La historia no se repitió. Esta vez, los Philadelphia Eagles fueron implacables y, con una actuación dominante, vencieron 40-22 a los Kansas City Chiefs en el Super Bowl LIX, tomando revancha del doloroso desenlace de hace un año y alzando el trofeo Vince Lombardi en una noche que quedará marcada en la memoria de sus aficionados.
Desde el primer cuarto, quedó claro que Nick Sirianni y sus pupilos habían aprendido la lección. Jalen Hurts jugó con precisión quirúrgica, explotando la velocidad de A.J. Brown y DeVonta Smith, mientras que el ataque terrestre castigó constantemente a la defensiva de Kansas City.
Los Chiefs, guiados por Patrick Mahomes, intentaron mantenerse en la pelea, pero esta vez no hubo espacio para milagros. La defensiva de Philadelphia fue una pesadilla para el MVP del Super Bowl pasado, aplicando presión constante y forzando errores en momentos clave. Travis Kelce tuvo chispazos de brillantez, pero no bastó para rescatar a un equipo que nunca encontró su mejor versión.
Cuando el reloj llegó a cero, el festejo fue total. Hurts, con el trofeo en alto, simbolizó la resiliencia de un equipo que supo levantarse de la adversidad para reclamar lo que un año antes se les escapó de las manos. Philadelphia vuelve a ser campeón y lo hace con autoridad, dejando claro que su era en la NFL apenas comienza.
