No es casualidad que en la Universidad de Guanajuato hablemos de nuestra “Colmena”, porque esa expresión encierra una visión compartida, trabajo en equipo, capacidad de liderazgo, convocatoria y escucha activa; pero adicionalmente, el concepto también se refiere a la capacidad de aprender y educar para la convivencia, la oportunidad para hacer de los disensos, una extraordinaria oportunidad de aprendizaje. Y estos principios constituyen un campo fértil para sembrar y cosechar la paz.
Dentro de unos días, nuestra máxima casa de estudios estará presente –no podía ser de otra manera- en un encuentro espectacular, uniéndose a las “Voces por la Paz”
Para la Colmena es tan vital como prioritario ser parte de este encuentro, porque desde siempre, nuestra filosofía adoptó como principio de vida, que la educación es la clave para el desarrollo del estado y del país; pero también, conscientes de que la educación es el nuevo nombre de la paz.
Como sostienen Nélida Zaitegi , Enrique Dussel y Adela Cortina en tres puntos de vista convergentes, la educación es el sustrato, la piedra fundamental para el aprender a convivir, incluso con quienes piensan diferente; es la pedagogía para gestionar las diferencias por encima de las divergencias –que a su vez encierra la enseñanza-aprendizaje en democracia- y los valores éticos que, al universalizarse, se convierten en normas de participación e interacción social, formando ciudadanos y ciudadanas más conscientes, más autónomos, más participativos, más críticos y creativos.
De tal forma, que esta serie de principios y elementos de formación ciudadana van germinando en la Colmena, entre sus patios, salones y corredores, compartiendo la misma visión y destino final de la tarea educativa, dando forma, fondo y pertinencia a muchas más voces por la paz consciente, responsable, libre y activa, que va mucho más lejos de la ausencia de guerra o de factores que parecieran irreconciliables.
De aquí también, la importancia de vincular a nuestra Universidad de Guanajuato con todas las Instituciones con las que compartimos esta misma naturaleza y visión. Así se “poliniza” la generosa y noble cultura de la paz que todos merecemos. Al tiempo.